lunes, 16 de noviembre de 2015

Aceites Esenciales: Via Regia hacia el Sí Mismo




La alquimia es aún hoy en día un término confuso para muchos. ¿Será que la alquimia no ha sido fácilmente interpretada por los "no iniciados"? 

En realidad, no es tanto la falta de comprensión del no iniciado, al abordar la gnosis de la Alquimia y sus procesos, como el hecho de que existiera hasta hace muy poco tiempo, una forma totalmente intencional por parte de los "iniciados" de salvaguardar este conocimiento hermético, a través de su propio lenguaje (apoyado mayormente en la metáfora y el símbolo).  

A cerca de este lenguaje, podría decirse, no se hacen esfuerzos por traducirlo, para que pudiera ser salvaguardado de Seres Humanos que aún por su baja conciencia y vibración no estuvieran preparados para manejar con capacidad plena, LA MAGIA DEL MOVERSE EN LAS FRECUENCIAS SANADORAS DESDE LAS LEYES UNIVERSALES Y SUS PROCESOS EVOLUTIVOS, ALQUÍMICOS, como por ejemplo el conocimiento y sabiduría universal del conocido Proceso de Individuación del Ser, término acuñado por C.G.Jung, máximo exponente de la Psicología Transpersonal, a quién daremos intencionadamente en este post su espacio. 

Por esto corresponde hacer algunas precisiones sobre este término, antes de entrar en el tema.

Desde la antigüedad, son muchos los libros dónde se ha utilizado el término "Alquimia". Éste, nos evoca de inmediato, a la más científica de las operaciones medievales: el proceso de convertir el Plomo en Oro.

La Alquimia era considerada una ciencia. Un gran árbol del cual nació una rama que se transformó luego en la química actual. 

Muchas personas creen, equivocadamente, que de ese árbol de la ciencia alquímica quedó únicamente esta rama: la química. La verdad es que el árbol alquímico sigue en pie, y proyecta su hermoso follaje protector, junto a sus mejores frutos. 

Esta ciencia alquímica fue desarrollada intensamente por los antiguos Alquimistas de la Edad Media. Ellos sabían que todos los metales poseían una estructura básica modificable, y que en consecuencia podían ser transformados unos en otros. Su obsesión en realidad era más amplia: buscaban transformar lo inferior en algo superior. Se dice que pretendían transmutar el Plomo en Oro, también se dice que buscaban encontrar el elixir de la larga vida y de la eterna juventud.

Es que en sus escritos aparecían repetidas referencias al "Oro Alquímico", el cual decían, era el resultado final de lentas operaciones efectuadas en el laboratorio alquímico. Explicaban que para realizar el proceso se necesitaba un Athanor, un Fuego especial y la Piedra filosofal. 

El resultado era la Transmutación del Plomo en Oro.

Muchas personas, se burlaban de sus esfuerzos, otras, en su avaricia, esperaban en vano ver materializarse el "Oro", que los sacaría de su pobreza para convertirlos en ricos.

Otros afirmaban que detrás de estas investigaciones se encontraba un proceso iniciático, en el cual la palabra "alquimia" hacía referencia a la Gran Obra Hermética: la aplicación de los grandes conocimientos herméticos a la materia. Se trataba en consecuencia de un "arte real".



Por esto la Alquimia, afirmaban, no era una de las ramas del esoterismo, sino su llave maestra o su Piedra Angular.

Pero detengamos un segundo nuestra lectura, y reconozcamos que es difícil creer que detrás de tantas palabras de difícil comprensión para nosotros, carentes de un significado práctico, casi sin sentido, pueda existir un profundo conocimiento.  

En este punto, podríamos, como otros muchos lo hicieron en la antigüedad, pensar que es casi inútil seguir indagando, burlarnos de los alquímicos y de su obra. Esta infravaloración por falta de comprensión de la obra, nos haría alejarnos del estudio de la Alquimia, y menoscabarla. 

Precisamente, esa era la finalidad que buscaban estos grandes sabios: alejar al que no estaba listo para conocer.

Buscaban ocultar el conocimiento. Algo aparentemente contradictorio, pues sabemos que el Sabio busca divulgar la verdad, "creemos" y así lo hemos entendido tradicionalmente, que es una costumbre muy humana poner el nombre del descubridor al nuevo descubrimiento.

Sin embargo en la Alquimia, pocos le daban la paternidad a los descubrimientos. No había nombres para identificar al nuevo conocimiento. La excepción era Hermes Trismegisto, del cual deriva la palabra hermético, utilizada como sinónimo de secreto. No había "descubrimientos" a divulgar a la sociedad, sino todo lo contrario se "cubría", se tapaba lo que se encontraba.

Los alquimistas nunca dijeron en forma directa qué buscaban, ni lo que encontraron.

Sabían que existía en el conocimiento Alquímico un gran poder, y como todo poder temían que si caía en manos de personas carentes de una integridad personal, podía dañar en vez de ayudar. Buscaban evitar el abuso de los impuros y proteger sus prácticas. Evitar en definitiva que llegara a las malas personas. Pero, no solo temían a éstas, entendían que también era necesario proteger los enseñamientos secretos de la compresión del vulgo, que también podían usarlos indebidamente.


Afirmaban: "Aurum nostrum nom est aurum vulgi" 
(Nuestro oro no es del vulgo).


Por esta razón las fórmulas originales fueron ocultadas en un lenguaje simbólico, críptico, a fin de protegerlas.

De este modo encriptado el conocimiento mediante ese lenguaje, lo dijeron, lo escribieron, lo comunicaron, lo transmitieron. Este era el lenguaje metafísico por excelencia, pues además tenía otra ventaja, permitía utilizar el pensamiento analógico. Sabían que los símbolos, dada su capacidad mediadora entre el mundo sensible y el intelectual, permitían comunicar un conocimiento a distintos niveles de comprensión al mismo tiempo.

"Las experiencias de los alquimistas eran mis propias experiencias y su mundo era, en cierto sentido, mi propio mundo" expresaba C.G.Jung, máximo exponente de la psicología transpersonal, así como uno de los estudiosos del Símbolo y lo Simbólico como reflejo del inconsciente individual y colectivo, más considerados de este siglo (tanto en el campo de la mitología como en lo que respecta a la interpretación de los sueños) y un gran conocedor de corrientes esotéricas como el Gnosticismo cristiano, el Tantra, el Taoísmo, el I-Ching y la Alquimia. 

Este gran hermeneuta suizo comprendió, con el transcurso de los años, que lo físico y lo psíquico son las dos caras de una misma moneda, que lo externo y lo interno se encuentran profundamente vinculados, que "como es arriba, es abajo", que el espíritu y la materia se encuentran hermanados en una unidad que el llamó psicoidea y que no es sino el "Unus Mundus" de alquimistas como Dorneus.

Y este ámbito psicoideo que caracteriza el inconsciente colectivo, se plasma en el mundo humano de forma física y psíquica, en una correlación sincrónica con la máxima hermética que dice "como es adentro es afuera". 

"Gerardus Dorneus -explica Jung- ve la finalidad del Opus alquimista por un lado en el conocimiento de uno mismo, que es al mismo tiempo conocimiento de Dios, y por otro lado en la unión del cuerpo físico con la denominada "unio mentalis", la cual está formada por alma y espíritu y se produce a través del conocimiento de uno mismo. 

A partir de este tercer nivel del Opus se produce, como él explica, el "Unus Mundus", el "Ünico Mundo", un premundo o mundo primigenio platónico, que es a la vez el mundo del futuro, o bien el mundo eterno" ( Carl A. Meier: Wolfgan Pauli y Carl G. Jung. Un intercambio epistolar. 1932-1958, Alianza Editorial). 

Esta percepción psicoidea se evidencia en sus últimas obras, especialmente en Mysterium Coniunctionis, cuya redacción le llevó una década y que, afortunadamente, se está traduciendo al español para su publicación en libro. Allí es donde Jung destaca que la "Unidad de la realidad" es ese trasfondo común "que es tanto físico como psíquico y, por tanto, ninguna de las dos cosas, sino más bien un tercer elemento, una naturaleza neutral que a lo sumo puede captarse alusivamente, pues en su núcleo es trascendental", o sea, metafísico.

Como ha señalado uno de sus biógrafos, Gerhard Wehr, se evidencia en la obra tardía de Jung la gran importancia que adquiere "todo lo que no es psíquico o, más exactamente, lo que se sitúa más allá de la psique y de la materia, lo que abarca los dos ámbitos del ser, y de ese modo los reúne" (Carl Gustav Jung. Su vida, su obra, su influencia).



Lo psicoideo de los arquetipos, el "Unus Mundus" y su reflejo sincrónico explican, en términos junguianos, la "simpatía" en la respuesta de la naturaleza a la búsqueda anhelante del alquimista. Pero vayamos por partes para comprenderlo. 

La Alquimia, para Jung, era ante todo una búsqueda espiritual en la que el alquimista, tratando de encontrar el espíritu mercurial, el "Antrophos", en los elementos de la naturaleza (en la materia), terminaba por hallarlo dentro de sí mismo, y donde queriendo redimir a la naturaleza se redimía a sí mismo. Según Jung, "tanto en Oriente como en Occidente, el núcleo central de la Alquimia está representado por la doctrina gnóstica del Anthropos y es, por completo, con arreglo a su esencia, una peculiar doctrina de redención" (Simbolismo del Espíritu).

No todos lo lograban, ni mucho menos, pues era fácil quedar prendidos -como ahora- en la gran "red de la diosa Maya", es decir, en los entrelazamientos provocados por las proyecciones psíquicas a través de las cuales uno ve en los demás, e incluso en los objetos animados o inanimados, características que en realidad no son de ellos sino del inconsciente personal de uno mismo. 

El Proceso de Individuación, nombre dado por Jung a la tendencia innata de la psique humana a encontrar su centro, su Sí-Mismo, es un camino progresivo de autoconocimiento, de desvelamientos de las proyecciones que nuestro inconsciente personal emana de forma natural, lo que supone una recuperación consciente de tales proyecciones y, consiguientemente, un gradual mayor conocimiento de uno mismo. 

Y ese Proceso de Individuación conlleva igualmente ser consciente de la acción de los arquetipos psicológicos en nuestra vida, (la identificación, con el niño, el anima, el animus, la sombra, el húerfano, o el arquetipo del Viejo Sabio, por ejemplo, que nos haría creer que somos profetas, mesías, un engreído sabiondillo o algo por el estilo). 

Este Proceso de Individuación, en opinión de Jung, es el que se refleja en los enrevesados términos alquimistas y todo su imaginario simbólico, si bien estimaba que la mayor parte de los alquimistas ignoraban el juego de proyecciones en el que estaban inmersos y sólo unos pocos fueron conscientes de ello y superaron la "red de Maya". 

El fin consta en cumplir la Gran Obra: transmutarnos. Cumplir el trabajo Alquímico, el trabajo de transformación interior, algo totalmente vivencial con un tremendo poder para el Ser Humano que pasando por el proceso..."El Viaje del Héroe" de Campbel, logra atravesar las pruebas y conquistándose así mismo, bebe del Santo Grial dónde reside el Poder y el el Regalo de la Eterna Juventud tan buscada, ansiada y anhelada por el Ser Humano.

Pero, ¿por qué tanta insistencia en un "tremendo poder"?.

No se trata ya de transformar lo externo, de transformar a los otros: a la familia, a los amigos, al mundo entero. Se trata de que tú te transformes. Tú eres aquello que debe cambiar, para que el mundo cambie.

¿Cómo podríamos encarar la Transmutación de lo más difícil, tú mismo, sin tener a tu disposición ese tremendo poder?.

Algunos creyeron que ese poder se encontraba en el conocimiento teórico, en el SABER: buscaban la Piedra filosofal.

En la Gran Obra el conocimiento teórico es un elemento imprescindible de la Transmutación alquímica. ¿Pero, cómo podríamos encarar la Gran Obra sin saber cuáles son las "reglas del arte"?. Sin embargo, la teoría a solas, no es un elemento suficiente. El conocimiento teórico sólo es un requisito previo para entender la Gran Obra, no el fin del camino. 

Desde el siglo pasado, los nuevos enfoques de la psicología Jungiana,  así  como otros estudios volcados en infinidad de libros, hizo posible que a nivel teórico este conocimiento se divulgara masivamente, fragmentado, y muchas veces distorsionado.

El conocimiento estaba limitado por el propio marco de referencia de cada autor, que buscaba hacer coincidir el conocimiento Alquímico con sus teorías. Se construían de ese modo verdaderos lechos de Procustro, con respecto a las Teorías Alquimistas.

Procusto tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía a serrar las partes de su cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si por el contrario era de menor longitud de la cama, le descoyuntaba a martillazos hasta estirarla (de aquí viene su nombre). Según otras versiones, nadie coincidía jamás con el tamaño de la cama porque Procusto poseía dos, una exageradamente larga y otra exageradamente corta, o bien una de longitud ajustable.

Procusto continuó con su reinado de terror hasta que se encontró con el héroe Teseo, quien invirtió el juego retando a Procusto a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama. Cuando el posadero se hubo tumbado, Teseo lo amordazó y ató a la cama y, allí, lo torturó para «ajustarlo» como él hacía a los viajeros, cortándole a hachazos los pies y, finalmente, la cabeza. Matar a Procusto fue la última aventura de Teseo en su viaje desde Trecén (su aldea natal del Peloponeso) hasta Atenas.

Así hicieron con el conocimiento Alquímico, le cortaron las partes que no coincidían con sus teorías, lo fragmentaron, lo dejaron reducido a una expresión sin vida.

Existen así, infinidad de personas en grado de recitar casi de memoria este conocimiento parcial. Lo tienen en la mente, en su memoria, pero nunca se han permitido llevarlo a la profundidad de su ser y de ese modo comenzar a vivir la Alquimia, sentir el inmenso poder de conquistarse así mismo. Algunos de ellos encontraron la Piedra filosofal, pero en vez de utilizarla para realizar la Gran Obra, se limitaron a adorarla como un nuevo Dios.

Otros creyeron, en su vanidad, que el tremendo Poder consistía en poseer el Oro, convertirse en "Oro". Algunos obtuvieron ese "Oro", pero careciendo de un "para qué" lo habían materializado, se limitaron a convertirse en Pavos Reales que mostraban sus hermosas plumas para su propio placer.

Otros consideraron que el Tremendo Poder residía en el Athanor, por esto enfocaron su trabajo principal en preparar del mejor modo posible el Athanor, o sea el horno alquímico, nuestro ser. Fracasaron también ellos. ¿Para qué sirve un Athanor sin Fuego que lo alimente?.

Finalmente unas palabras para aquellos que se dedicaron a adorar el Fuego interior. Creyeron, que éste era la clave. Desarrollaron infinidad de técnicas para incrementar ese Fuego. Pensaban que por sí sola esta llama iba a transformarlos, a purificarlos. Y así aplicaron el Fuego interior a un Athanor en mal estado de funcionamiento, sin darse cuenta que podía destruirlos. Por supuesto que se quemaron junto a su propia obra.

El Fuego interior es imprescindible, sin él no hay posibilidad de realizar la Gran Obra. Este Fuego deberá entonces encenderse y desarrollarse sin perder de vista en ningún momento los demás elementos básicos que la componen y lo convierten en un verdadero Sistema Transmutador.

Vemos que se trata de una obra inmensa la que debemos realizar en nosotros, y trabajando sobre todos los componentes a la vez. ¿Estaremos a la altura del desafío? . La respuesta es Sí.


Pero indudablemente, sería prudente, contar con toda la ayuda que podamos conseguir para iniciar el camino, y aquí es donde aparecen los Aceites Esenciales con todo su poder transformador.


Sabemos que uno de los modos de obtener un aceite esencial es el sistema de destilación. Para tal fin se colocan plantas, o parte de ellas, en un aparato construido por el Ser humano, llamado Alambique o en términos alquímicos "Atanor", que nos permite obtener las preciosas gotas de aceite esencial.

En este Atanor se realiza el "trabajo de Alquimia" sobre la naturaleza, similar al que se realiza sobre el ser humano. Veamos ambos:




Alquimia sobre la Naturaleza

A través del Atanor, hecho por el ser humano, podemos llegar a separar lo puro de lo impuro. Realizamos así un proceso de transmutación y llegamos a la esencia de la planta, a aquello que la hace única. Obtenemos así el Aceite Esencial: Este es el Oro en la Planta. La alquimia se ha concretado. 


Alquimia sobre el humano

A través del Atanor que "es" el ser humano, podemos llegar a separar lo puro de lo impuro.

Realizamos así un proceso de transmutación y llegamos a la esencia del humano, a aquello que lo hace único. Obtenemos así el Hombre Alquímico: Este es el Oro en el humano. La alquimia se ha concretado. 


Hasta aquí podemos decir, siguiendo a Hermes Trismegisto ", como es arriba es abajo": el proceso de transmutación en la planta es similar al proceso de transmutación en el humano, interesante concepto pero insuficiente.

Podemos decir más, y es que estos trabajos de alquimia además de ser similares, son complementarios: uno ayuda a otro.

Esto sí es importante, pues esta ayuda es vital en una época donde los seres humanos hemos evolucionado mucho en algunos sentidos, e involucionado demasiado en otros.



Para superar esta involución y para complementar el trabajo alquímico de evolución en el Humano, los aceites esenciales, son una Vía Regia.


No me refiero a las propiedades terapéuticas de los aceites esenciales que se conocen desde la antigüedad y que en general están orientadas a mantener la armonía del cuerpo físico, o a recuperarla en su caso, me refiero, en cambio a que los aceites esenciales permiten:

1. Superar el filtro de la mente racional.

Hemos desarrollado un gran poder mental, y luego de Descartes, todo comenzó a pasar por el gran "filtro" de la mente racional. Esa mente que puede ayudarnos a ver "claro y distinto", es también la que nos impide la transmutación alquímica.

Todo cambio propuesto, es analizado, desmenuzado, despedazado, por nuestra mente, y "poco" lo que pasa a nuestro interior. Dicen que son necesarias más de treinta rosas para obtener una gota de "esencia de rosas". Lamentablemente nuestra mente pisotea treinta "rosas de sabiduría" y como no logra explicar de donde proviene la "gota de esencia", la pisotea también. Para superar este obstáculo los aceites esenciales son vitales. Creando un condicionamiento adecuado a través de un aceite esencial, podemos lograr que éste nos pongan en contacto directo con nuestro interior. Podremos así realizar el trabajo alquímico, evadiendo el control de nuestra mente racional.


2. Trabajar en forma directa sobre nuestro cuerpo energético

Nuestro cuerpo energético tiene una vibración específica que conocemos como salud, cuando la perdemos aparece el desequilibrio y la enfermedad que es su efecto visible.

Cada aceite esencial emite una vibración específica. Estas vibraciones son percibidas por nuestro cuerpo energético y si son armónicas con sus necesidades, el aceite esencial le facilita un patrón de referencia vibracional, que le permite al cuerpo energético recuperar su armonía en poco tiempo.

3. Sellar las fisuras. El cuerpo energético puede tener fisuras, que hagan bajar las defensas del organismo. Los aceites esenciales pueden colaborar en el trabajo de sellado energético de fisuras. A tal fin se colocan en el sector del cuerpo físico en forma de aceite, y en el campo energético utilizando un aspersor.

4. Abrir los centros de energía. Los aceites esenciales aplicados sobre los centros energéticos (Chakras) permiten su adecuada apertura.

Durante el trabajo de transmutación alquímica, estos centros deben poder abrirse y armonizarse en segundos, Los aceites esenciales con su vibración, genera una "instrucción específica", para la apertura durante el trabajo alquímico. El masaje Karezza para la transmutación alquímica en la mujer, utiliza los aceites esenciales con ese fin. En Karezza, el énfasis está en la conciencia del sentimiento interno, así como en la sensación de completa unión con la pareja alquímica.

Este masaje está dirigido sobre todo a las personas que busquen relajarse, un momento para abandonarse y reconciliarse con el cuerpo. Suave, basado en el despertar de los sentidos, ofrece un momento de relajación para las personas estresadas y agotadas. Mediante una estimulación suave de las numerosas terminaciones nerviosas del organismo, provoca un retorno al equilibrio nervioso. Preconizando la interiorización, trata de encontrar la riqueza sensorial del cuerpo y sincronizarse con las señales que éste envía. Es un efecto físico a la vez que psicológico, ya que mejora la percepción del esquema corporal, la escucha y la autoestima y favorece la relajación.

5. "Sellar" los centros. En los procesos alquímicos se trabaja con determinados "centros" cerrados, a tal fin se los "sella" herméticamente. Los aceites esenciales son indispensables a tal fin. Para aquellos que quieran ver una aplicación de este principio de "sellado" y el anterior de apertura, observen con detenimiento los pasos del "bautismo" de un bebé, según el ritual de la Iglesia Católica.

6. Ingresar a estados alterados de conciencia. En estos estados, podemos interactuar con la "partícula divina", o célula celestial, para que inicie o continúe el proceso de transmutación de nuestro ser, llevándonos hacia la luz. Con la ayuda de los aceites esenciales, accedemos en pocos minutos al estado buscado. 

7. Unificar las energías en un Ritual Alquímico. Cuando diversas personas interactúan en un ritual Alquímico, es vital que vibren en una similar frecuencia. El uso por todos los participantes, de un específico aceite esencial, en determinados centros, permitirá abrir los "portales astrales celestiales" con precisión.

8. Elevar las vibraciones. Cuando una persona está deprimida o simplemente con bajas energías, no puede realizar un trabajo alquímico. El uso de los aceites esenciales modifica en pocos minutos las vibraciones colaborando activamente en el proceso de recuperación energética.

9. Ayuda a la creación del "Elixir de vida". Un aceite esencial aplicado de un modo específico y en lapsos predeterminados facilita la creación de la sustancia interna denominada "Elixir de vida".

Hemos dicho que los aceites esenciales son la Vía Regia para la transmutación alquímica, pero evitemos confusiones.

La vía, la senda, el camino, no es el caminante. No creas que "comprando" todos los aceites esenciales que existen en el planeta, aumentará en "una gota" tu "esencia" alquímica.

Los aceites esenciales son la Vía Regia, pero eres tú el que debe, si lo deseas, con esfuerzo y amor, recorrer ese camino Alquímico de transformación, junto a ellos. 


La Nigredo

La primera de las etapas del "Opus" alquimista, "Nigredo" o Putrefacción, es la fase de Saturno-Osiris, la del plomo, la inmersión en la materia prima que, mediante una serie de operaciones, se transformará en "Oro Filosofal" y en "Philium" o "Lapis Philosophorum" en la última etapa, la "Rubedo", tras las combinaciones correspondientes entre el "Azufre", el "Mercurio" y la "Sal".

Para Jung esta primera fase corresponde a la integración del aspecto "oscuro" de la psique humana, esto es, de todas aquellas emociones, intuiciones, percepciones y pensamientos que se han rechazado a lo largo de la vida por considerarlos inapropiados o defectos indeseables en el vivir del día a día con sus actividades cotidianas (el mundo pragmático que el Yo se ha montado en torno a sí mismo). Esto supone un sumergirse en el inconsciente personal y ser consciente de la multitud de proyecciones que se encuentran desparramadas en personas de nuestro alrededor y en objetos de nuestro entorno, las cuales se corresponden con lo que el Yo ha marginado o rechazado por no creerlo conveniente para él.

Por otro lado esta fase supone un mirar, cara a cara, al aspecto sombrío de la Creación, de Dios mismo incluso..., es decir, el Mal, con mayúsculas. Luz y Oscuridad forman parte de la existencia en todos sus ámbitos, y también -a los ojos humanos- de Dios.

La Alquimia fue como una corriente "subterránea" y complementaria al cristianismo dogmático medieval y renacentista, y oponía al Dios del Bien frente a otro Dios "dúplex", como el Abraxas gnóstico, en el que Bien y Mal confluían..


La Albedo

El siguiente paso es la integración consciente y responsable del arquetipo de "lo opuesto", es decir, del "Eterno Femenino" en el caso del hombre (arquetipo del "Anima") y del "Eterno Masculino" en el caso de la mujer (arquetipo del "Animus").

En la literatura, por ejemplo, la Beatriz de Dante en La Divina Comedia, sería un ejemplo clásico de esta figura arquetípica que es el "Anima".

El ser humano, tanto física como psíquicamente, es un conglomerado de opuestos. En nuestros genes hay elementos masculinos y femeninos, y otro tanto acontece en el psiquismo. Para el hombre el "Anima" se encuentra inicialmente sumergida en el inconsciente personal, confundida y entremezclada con la "Sombra", pero una vez que ésta ha sido integrada, se transforma el "Anima" en un "puente" que nos enlaza con lo psicoideo, con el inconsciente colectivo y sus arquetipos.

Es el elemento mediador. Ahora bien, como señala M.L. von Franz, "naturalmente, durante este período prosigue también el lavado, la calcinación, etc, de la "nigredo", pues la "Sombra" se asemeja a la hidra de Lerma, con la que luchó Hércules y a la que nacían constantemente nuevas cabezas en lugar de las cortadas" ("C.J.Jung...").

En el plano psicológico durante la "Albedo" se parte de la labor de retirar las proyecciones que el arquetipo del "Anima" (estoy hablando para hombres, en este caso) emana hacia las mujeres de nuestra vida, desde la madre a la hermana, a las novias, a la esposa... Y una vez lograda esta fase inicial llega el momento de encararse con el "Anima" e integrarla conscientemente dentro de nuestro ser, previa superación del problema de la transferencia para lo cual habrá que tener bien presente que la "Amada" donde se encuentra realmente es dentro; tema que Jung abordó principalmente en "Psicología de la Transferencia" en donde habla igualmente del papel que desempeñaba la "Soror Mystique" del alquimista.

En una relación amorosa o erótica entre hombre y mujer las relaciones interpersonales son múltiples puesto que además de la relación entre los Yoes conscientes, existe una comunicación a nivel inconsciente en la que participan entrecruzadamente el Anima y el Animus de ambos.

De ahí que, en el Proceso de Individuación y en el Opus de la Alquimia, uno de los graves peligros existentes sea el de la transferencia o, lo que es peor, la pasión amorosa.

La imagen de este encuentro y diálogo con el Anima es la "coniunctio", la hierogamia entre el alquimista y su "Soror Mystique", entre el Rey y la Reina de los grabados alquimistas, la "boda química de los elementos", etc. Y lo que surge de ello es el Rebis, la "cosa doble", el Andrógino.

"De ella surgirá el hijo divino de los filósofos, el sol terrestre, el centro luminoso y oscuro a la vez, el astro radiante que reconcilia en sí al Cielo y a la Tierra, el sí y el no, y que esparce a su alrededor una paz y una armonía venidas de fuera", poetiza el junguiano Etienne Perrot en El camino de la transformación a partir de C.G. Jung y la Alquimia, libro en el que Perrot intenta conciliar la tesis junguiana alquimista con la de la Tradición esotérica.

Este simbolismo es equiparable al que presenta el tantrismo, en el que las dos corrientes energéticas opuestas se entrecruzan en el canal central, Sushuma, abriendo los chakras ("centros de conciencia" los denonima Jung en el libro de Miguel Serrano El Círculo Hermético. Cartas de dos amistades, Jung y Hermann Hesse, Kier), mientras el semen del hombre no fluye hacia afuera, sino hacia adentro, generando un "hijo del espíritu", como también se describe en "El Secreto de La Flor de Oro".

Veamos lo que dice M.L.von Franz, en "C.G.Jung...", al respecto: "Los participantes en la "boda alquímica" son descritos casi siempre como hermano y hermana, madre e hijo o padre e hija. Su unión constituye pues un incesto. Este aspecto incestuoso de tal constelación amorosa tiene como fin el de que hagamos consciente la proyección, es decir: nos obliga a darnos cuenta de que, en último término, se trata de una íntima unión de los componentes de nuestra propia personalidad, de un "desposorio espiritual", a fin de que sea una vivencia interior no proyectada. A lo que se alude es a una unificación de los contrarios internos en el Sí-Mismo".

La Rubedo

La última etapa de la Alquimia es la "Rubedo" o "Citrinitas", la Obra en Rojo o Dorado, donde se alcanza el "cuerpo de diamante".

En la hermenéutica junguiana la "Rubedo" es el logro de la "Totalidad", es decir, el encuentro y acogimiento mútuo entre el Yo de nuestro ser consciente (que ha buscado tal "coniunctio"), con el Sí-Mismo o YO de nuestro SER total, del cual formaba parte (aunque sin saberlo) el Yo.

Es una nueva "coniunctio", en la que todos los opuestos se juntan y complementan armónicamente y se conectan directamente con el "Unus Mundus", y como tal estado es inefable, indescriptible, constituye un Misterio, de ahí que la obra alquimista más importante de Jung se titule Mysterium Coniunctionis.

Este Sí-Mismo es la "chispa divina" de la que hablaba Eckhart, el Antrophos de la Gnosis, el "dios interior" de la mística, el "Mercurio Filosofal" que reúne consigo los aparentemente más irreconciliables opuestos, de ahí que los alquimistas le designaran con múltiples cualidades contrarias, y en algunos textos le designaran, sin más rodeos, con Dios mismo, pero un dios "duplex". Otro de los nombres alquimistas que tuvo fue "Lapis Philosophorum".

"He llamado al centro del Ser con el nombre de Sí-Mismo. Intelectualmente el Sí-Mismo no es más que un concepto psicológico, un término que sirve para expresar la esencia incognoscible que podemos captar como tal, puesto que excede, por definición, a nuestras facultades de comprensión. "Dios en nosotros", se le podría también llamar", afirmaba Jung en El yo y el inconsciente.

Antes de alcanzar el plano del Sí-Mismo, Jung sitúa en el camino del Proceso de Individuación la integración de los arquetipos del "Niño Eterno" y del "Viejo Sabio", expresados igualmente en numerosas figuras alquimistas.

"Se alcanza el segundo escalón al combinarse la "unio mentalis", esto es, la unidad del espíritu y alma, con el cuerpo.

Pero sólo puede esperarse un cumplimiento del "mysterium coniunctionis" si se ha combinado la unidad del espíritu, alma y cuerpo con el "Unus Mundus" del comienzo", manifestaría Jung en el segundo volumen de su libro Myterium Coniunctionis.

Más tarde, en una carta escrita a sus 82 años, en 1957, escribiría: "La transcripción de la "coniunctio" en palabras humanas es una tarea que puede conducir a la duda, pues uno se ve obligado a encontrar expresiones y fórmulas para un proceso que tiene lugar "in Mercurio" y no en el nivel del pensamiento y del lenguaje humanos, esto es, no en la esfera de la conciencia diferenciadora...

El camino no conduce en línea recta hacia adelante, por ejemplo, desde la Tierra hacia el Cielo, o de la materia al espíritu; se trata más bien de una "circumambulatio" y de un acercamiento al centro.

No avanzamos dejando atrás una parte, sino cumpliendo con nuestra tarea como "mixta composita", esto es, como seres humanos entre los opuestos". Este camino, si lo tuvieramos que representar gráficamente, sería una espiral.

Para finalizar, bueno será recordar estas palabras de Jung en Mysterium Coniunctionis:

"Aconsejo a los lectores que me critiquen a que dejen a un lado los prejuicios, que prueben el camino que he descrito, o si no, que suspendan su juício y admitan que no comprenden nada.

Desde hace treinta años que estudio estos procesos psíquicos, he adquirido la certeza de que los alquimistas, así como los grandes filósofos de Oriente, se refieren a tales experiencias y que, esencialmente, es nuestra ignorancia de la psique la que nos hace atribuirles el calificativo de místicas".

Recordemos, al respecto, que la psique, para Jung, engloba lo psicoideo.


Por su parte, Etienne Perrot, nos advierte lo siguiente: "Ninguna descripción psicológica, científica en el actual sentido de la palabra, logrará jamás agotar las riquezas del tesoro alquímico. Su misión es únicamente conducir al hombre hacia sí mismo, permitirle adherirse al universo de símbolos en el silencio donde se producen las bodas transformadoras del ser y de estas energías misteriosas, terribles y benéficas a la vez, que Jung designó con el nombre de arquetipos".


A partir de la lectura de un manuscrito taoísta chino. El Secreto de la Flor de Oro, Jung descubre una concordancia entre sus propias investigaciones teóricas y clínicas sobre el funcionamiento del psiquismo y la trayectoria de los alquimistas.

En lo sucesivo y hasta su muerte, descifrará la simbólica y la dialéctica alquímicas según su particular óptica de exploración de la psique: ve en la descripción de las etapas de la transmutación de la materia en oro, la descripción de todas las etapas de la invididuación psíquica.

A través de la imágenes alquímicas del Rosarium Philosophorum descubre las experiencias que todo analizado vive en el seno del análisis, y describe con ellas todo el proceso de transferencia en tanto que "cura del alma" hasta la desaparición de la sintomatología neurótica.




Esto es porque Jung ha advertido que, al realizar experiencias con la materia, el adepto vive en realidad y de modo totalmente inconsciente experiencias psíquicas; y que las diferentes fases de la transmutación de la masa confusa (materia primera) en oro filosofal corresponden a las etapas que conducen del estado indiferenciado, al sí-mismo.



La piedra filosofal sería la expresión última de esta búsqueda de totalidad, cuyas manifestaciones se encuentran también en las tradiciones místicas, en las personas del Adán primordial, del Anthropos gnóstico, del Cristo, o, en Oriente, en forma de mandala.

Así pues, si hay concordancia entre las imágenes de la alquimia y las del inconsciente, ello viene a reforzar el concepto de los arquetipos y el del inconsciente colectivo. Más aún, la alquimia permite, según Jung, comprender el vínculo entre las diferentes tradiciones religiosas y espirituales de Occidente y de Oriente (gnosis, cábala, cristianismo, taoísmo...) y la psique del hombre moderno, vínculo entre el pasado y el presente.

En la psicología de la transferencia. Jung esablece de manera sistemática el paralelo entre las diferentes fases del proceso alquímico, centrado alrededor del matrimonio sagrado (hieros gamos), así como la progresión del vínculo entre el analista y el analizado. Considerando, al igual que Freud, que la transferencia es el elemento esencial del psicoanálisis, Jung estima que el analista no es neutro; todo lo contrario, se halla personalmente implicado en la problemática de su paciente. De este encuentro en el seno del "crisol del alqumista", donde la naturaleza incestuosa de la transferencia permite la transformación, podrá nacer al final del análisis el "hijo de los filósofos", el sí mismo del analizado, mientras que el analista habrá proseguido, con su propia transformación.

En la simbólica alquímica, esta imagen final es representada por el andrógino, es decir, aquel que ha integrado su alma, el anima.





El análisis de la transferencia habrá de permitir tener en cuenta progresivamente los fantasmas y realidades, y, por consiguiente, situar a distancia el aspecto apremiante del inconsciente para establecer un diálogo constante con el Sí Mismo.

Los aceites esenciales son la Vía Regia, pero SOMOS NOSOTROS MISMOS, LOS QUE DEBEMOS, si lo deseamos, con VOLUNTAD y AMOR PROPIO Y RESPETO POR UNO MISMO Y NUESTROS ANCESTROS, recorrer ese camino Alquímico de transformación, junto a A LOS ACEITES ESENCIALES DE GRADO TERAPEUTICO como vía de acceso a nuestro propio camino de Sanación Interior. 


"Hombre, Conócete a Tí Mismo, y conocerás el Universo y a los Dioses" - Frontispicio del Templo de Delphos.


Fuentes: Propias + Extractos en colaboración y autoría con: Dr. Dino Ricardo Deon





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La información contenida en este Blog tiene únicamente una finalidad informativa. De ser utilizada como sustituto del asesoramiento directo con los profesionales de la salud, será bajo la responsabilidad de cada persona consciente de su propio momento evolutivo en el camino de sanación consciente. 



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